Cuando el infierno se congela

Son las 7:25 AM, sigues tiradote en la cama tipo catre (así le dicen cuando parece cajón), te das cuenta que por algo, tienes el registro más largo de retardos en la oficina y que otra vez marcaras tu tarjeta con números rojos; empiezas a vestirte como bombero... una vez más llegaras a trabajar con la panza vacía (lo extraño es que no dejas de ganar peso), corres esperando tomar lo más rápido posible el autobus, solo dispones de 30 minutos para estar a tiempo, pero gracias al ritmo del trafico te llevara más de 50.

Haces lo que puedes para mantenerte activo y estable, a pesar de que cargas con una espantosa gripa de 3 semanas, sin descanso para poder aliviarla. Una vez ya aterrizado en tu lugar de trabajo, como pseudo ingeniero de soporte, notas que el problema que tienes que arreglar, no tiene para cuando y simplemente te haces guey, hasta la hora de la comida.

Desafortunadamente tu jefe descifra tu plan de escape, se decide a mandarte a cumplir con las diligencias del día, por toda la ciudad con un clima brutalmente soleado, caminas por la calle esperando no desmayarte, entras a un hospital (para trabajar, no para recibir la atención medica) que tiene el aire acondicionado como para congelar sandias enteras; ahora aparecen los escalofríos, después de cumplir con este cliente, te queda la horrible situación que provocara salir como rana al sol y aguantar ante la insolación. La nariz empieza a gotear sangre, tapas la hemorragia con los 2 últimos cuadritos del papel que utilizabas para limpiar las velotas que te provoca el resfriado.

Intentas mantener la vertical para lograr tomar una nueva ruta, una vez aplatanado en tu asiento, te preguntas si este día tendrá final; de pronto escuchas la dulce voz de una chica que pide ocupar el asiento de ventanilla, sin importarle los demás asientos vacíos y el mal semblante que portas, antes que otra cosa, suena el celular:

M: ¿Donde andas?

fre: Pues, cerca del ultimo cliente del día.

M: Tu patrón quiere hablarte.

fre: ¡Ooohquelasarañas! ¡ya que! pasamelo.

(tono de espera)

Ingeñero: ¿Que paso ingeniero, por donde va?

fre: Llegando al centro comercial donde esta la caja de ahorro.

Ingeñero: ah, bien; pues apúrele que aquí lo espero.

fre: aja (cabrón como si estuviera a tu total disposición), voy rápido, nos vemos.

Corto la llamada sin esperar respuesta.

Inmediatamente, bajas a susodicho lugar para realizar la cobranza y te deshaces de los tapones sanguinolentos.

El objetivo se cumple, sin embargo la cabeza no deja de darte vueltas, llamas para dar un pretexto y no volver a las instalaciones de la empresa, sabes que te saldrá cara dicha osadía, pero no te importa.

Estando de vuelta en casa, piensas que lo peor de la jornada ha terminado, te sorprende el hecho de que no puedes hablar, por miedo a sufrir un ataque de tos y flemas, recurres a dormir creyendo que a la mañana siguiente amanecerás con una mejor condición... todo lo contrario; por la madrugada, la garganta empieza a arder por la excesiva tosferina, la temperatura no deja de elevarse... horas después, momento de calma y el sueño.

7:25 AM (del día siguiente), miras el reloj y analizas la situación: tengo que ir a un medico, hoy simplemente estoy aniquilado.