Al terminar la mini-encuesta, Mary me pregunto lo naturalmente obvio:
¿Cuantos libros?
-Solo 2, conteste
¡¡DOS!! se escandalizo y no tardo en corregirme: ¿Y los que se usan en el semestre?
Después de su pregunta, me detuve un instante y confirme mi postura:
-La mayoría no se leen completos, somos ingenieros.
Ella pareció entender mi idea en ese momento, pero volvió a insistir:
-Sin embargo, yo sí los tomé en cuenta, la cosa es que se aprenda algo ¿no?
-Pues sí, pero yo considero mejores esos libros que se disfrutan, que aquellos que educan.
Entonces su expresión de curiosidad cambió a otra de incredulidad (creo que hasta yo me saque de onda después de decirlo).
Esta anécdota la recuerdo cada vez que retomo el habito de leer; a veces por el trabajo, las distracciones o algunos pasatiempos diferentes: me quedo meses sin leer. Aunque no quiere decir que me abstenga de adquirir nuevos conocimientos (¿Cuando se me quitará lo
Hoy en día y culpo de ello a las redes sociales, la gente sigue poniendo en sus perfiles: "Me encanta leer" "Amo los libros" "No recuerdo alguno por el momento" "Me gusta Pablo Neruda y Amado Nervo"; a veces no entiendo, esa necesidad de señalar este habito como si fuera un requisito para ser tomado en serio o peor aún para colgárselo como una medalla, lo que me escandaliza más es que la gente no defiende la lectura como habito de comprensión, análisis y abstracción, sino como un producto de consumo, tendencias, aceptación y acarreo de fans.
Esta diferencia es lo que hace que muchos mantengamos la tranquilidad de leer con calma, e incluso repetir el mismo libro en el mismo año, también puede ser: por no tener otra lectura mejor a la mano. Pero aquellos que leen libros como si fueran tareas o peor aún, esos que han leído 30 ejemplares y la mitad son de Stephenie Meyer y J.K. Rowling.